La "terapia CRISPR" ha llegado

Se ha hecho de rogar, mucho. Probablemente por culpa nuestra; por hablar tanto de ella sin darle tiempo a desarrollarse, a aprender de sus errores y a dar sus frutos. Pero ahora, por fin, se han conocido los dos primeros casos en los que la técnica de modificación genética CRISPR ha mostrado ser efectiva a la hora de intentar revertir una enfermedad.

La inmensa esperanza puesta en la tecnología CRISPR nace de la necesidad de encontrar la panacea en la edición genética: ser capaces de corregir, específicamente, errores puntuales (mutaciones) de nuestro ADN sin por ello afectar otras zonas del mismo. Dicho de otra manera, reparar de manera precisa fallos en nuestros genes que provocan una proporción importante de las enfermedades que padece el ser humano. Y CRISPR nos permite, teóricamente, hacer eso. Sin embargo, éste no es un camino de rosas, y son numerosos los problemas técnicos y éticos (recordemos el caso de los niños chinos) que ha tenido que afrontar esta metodología.

Por ello una noticia como ésta ha tardado tanto en llegar. Pero lo importante es que ya está aquí, que sí que parece que podremos, con el tiempo, usar CRISPR en clínica. En este caso, se ha empleado para revertir dos "enfermedades de la sangre" muy similares: la beta-talasemia y la anemia falciforme. En ambas, una mutación del gen beta-globina adulta (HBB) provoca defectos en la forma y/o la actividad de los glóbulos rojos de la sangre (los responsables de transportar el oxígeno por todo el cuerpo), lo que se traduce en anemia y en daños en los vasos sanguíneos y los órganos del cuerpo.

Hay que aclarar que, en este caso, no se usa la tecnología CRISPR para corregir directamente el gen beta-globina adulta. La razón es que existen varias mutaciones distintas que acaba provocando estas enfermedades, por lo que se necesitaría adaptar el CRISPR a cada caso individual. Lo que hacen aquí, en cambio, es usar una estrategia más global y elegante: en vez de arreglar la versión adulta defectuosa, estimulan la producción de la beta-globina fetal (producida por el gen HBG1/2, que todos tenemos activo durante nuestro desarrollo embrionario pero que es silenciado, "apagado", después). Para ello, modifican genéticamente el gen BCL11A, que es ese "interruptor" que desactiva el gen beta-globina fetal tras nacer. Así, reduciendo el botón de apagado, se recupera la producción de beta-globina fetal, que contrarresta la deficiencia de la versión adulta.

En este esquema, recreado por el laboratorio responsable del estudio, se puede entender esto mucho mejor:

En adultos, el gen de la beta-globina fetal (HBG1/2) está "apagado" por la acción de BCL11A. Esto hace que la versión adulta (HBB) sea la única presente, y la responsable de las enfermedades cuando es defectuosa. Gracias a la tecnología CRISPR podemos ahora modificar el gen BCL11A (el "interruptor") para que la beta-globina fetal se "encienda", se produzca de nuevo, y reemplace la versión adulta dañada. Fuente: Laboratorio de Daniel E. Bauer


Hay que mantener, de todas maneras, toda la cautela del mundo, como siempre. Éstos son resultados preliminares, en dos pacientes. Y es verdad que ninguno ha vuelto a requerir de continuas transfusiones sanguíneas (necesarias en estas enfermedades), pero sí que han sufrido algún daño secundario (menor). Por ello, lo que toca ahora es hacerles un seguimiento detallado, y después intentar replicar este éxito en más personas.

También hay que destacar que esto ha sido posible por aplicarse en patologías que afectan a las células sanguíneas. En estos casos, podemos extraer células madre hematopoyéticas (precursoras, a partir de las cuáles se forman del resto de células de la sangre), modificarlas genéticamente, eliminar el resto de células sanguíneas que hayan quedado en el cuerpo (un proceso nada agradable y que habrá que optimizar en el futuro) y reintroducir de nuevo en los pacientes las células corregidas, esperando que "implanten" (que no sean eliminadas y puedan proliferar). Desgraciadamente, poder modificar de forma controlada el ADN de células de tejidos (como el riñón o el pulmón, por ejemplo, que no se pueden sacar, modificar y meter de nuevo) exige otras metodologías mucho más complicadas que están aún en desarrollo.

Sea como sea, ésta es sin duda una gran noticia, una inyección de moral para esta vía de investigación y un día para reconocer el mérito de esta tecnología tan esperada y a la vez criticada.