Sobre gusanos y soldados perfectos

Lo recuerdo perfectamente. Era Primero de Carrera; clase de Zoología. Una intrascendente lección magistral sobre los platelmintos, estudiando lo típico: su anatomía, su fisiología, su clasificación (ya obsoleta, por cierto),... Nada del otro mundo, como digo. Hasta que el profesor nos habla del siguiente experimento, y nos consigue sacar de forma milagrosa del sopor producido por una rápida comida en la cafetería de la facultad.

Los platelmintos, también llamados "gusanos planos", son un grupo de invertebrados muy primitivos que engloba a más de 20000 especies, incluyendo numerosos parásitos como la famosa tenia (Taenia solum). Sin embargo, hoy hablaremos de la otra especie característica del grupo: la planaria (Dugesia sp.).

"Hola, soy una planaria. Y no, eso no son mis ojos, sino mis centros nerviosos".

En 1955, el biólogo James V. McConnell comenzó a trabajar junto a su compañero Robert Thompson en la memoria de los animales, centrándose primero en estos pequeños organismos. Aplicando pequeñas descargas eléctricas asociadas a ráfagas de luz demostraron que estos gusanos eran capaces de aprender, ya que rápidamente establecían la relación "luz = dolor" (condicionamiento pavloviano, se llama). Así, la simple emisión de luz ya les hacía huir o encogerse ante el daño que preveían sufrir.
No sólo eso, sino que aprovechando la impresionante capacidad de regeneración de estos gusanos (si los seccionas en varias partes cada una de ellas dará lugar a un nueva planaria) pudieron observar que esta memoria no residía exclusivamente en la cabeza, sino que cualquier parte del cuerpo conservaba la información aprendida previamente.

Aunque los resultados eran sorprendentes y revolucionarios para la época todo estaba en orden... hasta que llegaron los experimentos de 1962. Visto lo anterior, a McConnell se le ocurrió que quizás la memoria no se almacenase en las propias conexiones eléctricas del sistema nervioso, sino en forma de moléculas intracelulares en de las neuronas. Así surgió su idea del "RNA de memoria" y el extraño experimento que nos atañe: alimentar a planarias desentrenadas con trozos de otras que habían sido entrenadas previamente. Para entendernos: aprender a jugar al baloncesto comiendo parte del cerebro de Michael Jordan, o a tocar la guitarra haciendo lo propio con Santana. Aprender por canibalismo, vaya.
En teoría, los RNAs generados y acumulados en esos fragmentos transmitirían la información a la nueva planaria, ayudándola en su aprendizaje. Y... funcionó. Los gusanos alimentados aprendían con mayor rapidez a alejarse de la luz.

Rápidamente surgieron muchas dudas sobre la metodología del ensayo. Nadie se lo creía, y el hecho de que experimentos análogos con otros animales superiores fracasasen provocó, en último término, la desacreditación del trabajo de McConnell. Es evidente que ahora conocemos bastante más sobre la memoria, y que el RNA de memoria no existe (pese a que se han descubierto numerosas y sorprendentes funciones de esta molécula). Incluso se pueden explicar los resultados obtenidos en 1962 mediante la influencia de hormonas liberadas o rastros dejados en el soporte por las primeras planarias. Pero nada de esto le resta un ápice de interés a la historia de esta hipótesis, ni impide imaginar lo fácil que hubiese sido estudiar la carrera de haber sido verdad.

O, en palabras de aquel profesor de Zoología:
"La posibilidad de contar con un ejército capaz de memorizar rápidamente cualquier cosa, incluyendo toda la información del enemigo. Los soldados perfectos..."

Y hasta aquí los experimentos locos de hoy.

Hasta la próxima, queridos seres y queridas planarias...